Paisajes.



En A propósito de Llewyn Davis los Coen consiguen otorgar al pasado reciente de los Estados Unidos, un pasado cercano en lo sentimental, lo cronológico y lo audiovisual, una suerte de resonancia mítica y trascendente, de forma que este arranque de los 60 en el Greenwich Village neoyorkino constituirá un escenario histórico revisitado (en oportunamente dylaniana expresión) a la búsqueda de lo que luego vino y terminó por quedarse. Así, en la fascinante visualización y musicalización de esta Arcadia bohemia nada feliz que a través de la mirada de los hermanos adquiere una consistencia onírica lechosa y turbia, los Coen aciertan de pleno cuando, para articular una de sus habituales reflexiones pesimistas al respecto de los comportamientos humanos, reparan no en la risueña faz del triunfo sino en la muy cinematográfica figura del perdedor. Llewyn Davis, doliente cantautor folk, loser en toda regla, se hace desde este mismo momento merecedor de un hueco en la lista de grandes personajes del cine. Cargado con su guitarra y su fe en sí mismo, a la busca perpetua de un gato aventurero y una oportunidad, conseguirá que terminemos por estar convencidos de que la vida se ensaña injustamente con él y más después de oír lo maravillosamente bien que interpreta sus canciones.

La genialidad de los Coen sigue manifestándose palmariamente aquí, maestros absolutos del tempo fílmico y del uso de la sugerencia, la elipsis y el enigma como motor narrativo, donde nunca se termina de saber cómo y por qué se resuelven las situaciones, creando atmósferas y personajes fascinantes, tal es el caso de ese dantesco viaje a Chicago al encuentro de un mefistofélico promotor musical, prodigiosa separata de la trama neoyorkina y portentoso ejemplo de construcción del paisaje como estado de ánimo. Y hablando de eso, Agosto. Condado de Osage. Teatral en la mejor acepción del término, supone la enésima reflexión al respecto de la familia, esa tan disruptiva como insustituible reunión de gentes, con ocasión de un funeral. El hecho de que sea una de las mejores que se hayan visto, al menos recientemente, tiene que ver con tres evidentes razones; el gigantesco texto de Tracy Letts, dramaturgo y guionista, la inconmensurable labor de los actores, en verdadero estado de gracia y la invisible y fluída puesta en escena de John Wells. Meryl Streep ya no tiene nada que demostrar pero todo, aún, que decir. Verla estar es un privilegio para los sentidos y un regalo para la inteligencia. A su lado, manteniendo el tipo, una Julia Roberts que está envejeciendo con una elegancia, clase y serenidad pasmosas para la aspaventosa e irritante pretty woman de antaño.

5 comentarios:

s777 dijo...

¡Apuntadas! Sé que me gustarán.
Un fuerte abrazo.

Amparo dijo...

Jiji, a mí la primera me gustó muchísimo, ya lo dije, a pesar de Boyero. El gesto del tío que protagonista (ojo, que no tiene nada que ver cuando canta a cuando habla, parece otro) es toda la historia.
Gracias Clau, ahora te toca comentarnos, cinematográficamente, el año entero.
Saludos!!!

grande dijo...

gRandÍsiMos Los Co3N
M3 HaBLan MarAviLLaS de hEr, ¿La Has VistO?

Grand3

Anónimo dijo...

Creo que no la han estrenado todavía. ¿Es la de Jonze? A ver si ando despistado
Tiene muy buena pinta

grAn dijo...

Sí, La d3 Jonz3