Lágrimas ingrávidas.

Nunca menos exagerado tildar de acontecimiento el estreno de una película que en el caso de Gravity. Alfonso Cuarón, que como la santísima trinidad setentera californiana de Scorsesse, Spielberg y Coppola, vendría a conformar la tríada milagrosa mexicana junto a Iñárritu y Del Toro, ya dejó constancia de su portentoso sentido cinematográfico y de cómo es capaz de anudar gramática fílmica y hondura sentimental en aquel momento del llanto infantil capaz de parar una guerra en Hijos de los hombres. Ahora,Cuarón repite el prodigio con este film de género impreciso y belleza inabarcable.

Viendo esta obra magistral, deberemos por siempre agradecer al mexicano habernos traído a este comienzo del siglo XXI aquellas sensaciones de los espectadores del alumbramiento cinematográfico cuando saltaban en sus asientos al venirles encima trenes llegando a estaciones. Literalmente uno vive, merced a la anteriormente irritante 3D, la inmersión total en una tan subyugante como hermosísima experiencia. Cuarón despliega unos recursos de puesta en escena apabullantes cuando en un sólo movimiento de cámara pasa del vacío estelar a un primerísimo plano de unos ojos colmados de angustia, yendo sin cortes de lo infinitamente grande a lo infinitamente íntimo, desde donde acto seguido alcanza lo profundamente humano y, por ello, conmovedor. De nuevo, el virtuosismo técnico no por el mero exhibicionismo visual sino en función de la emoción más pura y legítima. A destacar, esa maravillosa e inolvidable secuencia de la cápsula espacial en donde Sandra Bullock se redime de tanta morralla previa y alcanza el estatus de actriz con mayúsculas. O esa suerte de strip-tease fetal, ingrávido y fascinate, que homenajea por igual a 2001 y a Alien.

Y, por último, la luz de esta película, luz blanca y refulgente que sale de la pantalla a borbotones e inunda la sala como si una supernova hubiera estallado ante nosotros.

4 comentarios:

Amparo dijo...

Te doy la razón en cuanto al vituosismo técnico, también en cuanto al movimiento. De hecho, aconsejo la biodramina porque yo tuve que agarrarme fuerte a la butaca. Eso sí, un par de cosas del guión no me gustaron mucho, como buscar siempre un motivo desgarrador para que una mujer se vaya al espacio a arreglar telescopios.
(Creo, además, que si un tipo con traje espacial se da un golpe bueno, el traje se desintegra, pero bueno, me lo creo todo porque es tan verosímil, que vale)
Pero sí, se pasa volando, literalmente y qué bonitos planos, imágenes; hasta hace frío.
Preciosa crónica.
Chao

Anónimo dijo...

Ya, pero esa lágrima que vuela y se estrella en el objetivo... eso no es cine, eso es poesía.
Saludos.

grande dijo...

YO NO La He VISto. PeRo eStÁ eN Mi ListA: esTa SemANA, CoMo MucHo.

Amparo dijo...

Sí, es bonito lo de la lágrima, sí.